Edificios Significativos

Edificio Madrid-Paris

Dirección: Gran Vía, 32.
Durante las primeras décadas del siglo XX los hábitos y los comportamientos de los madrileños se fueron modernizando al hilo de las posibilidades que ofrecía la sociedad de consumo, las nuevas actividades económicas e industriales, y los novedosos eslóganes publicitarios. A esta modernización contribuyeron notablemente los grandes almacenes que progresivamente se fueron instalando en la ciudad, sobre todo a partir de la década de 1910.
Los Almacenes Madrid-París son un ejemplo de estos centros dedicados a la venta de novedades y artículos de última moda. Su historia, recientemente comentada y actualizada por Rubén Díez García, comienza con la creación el 14 de enero de 1920 de la Sociedad Madrid-París, como requisito previo para la obtención de los ingresos necesarios para comprar el solar, construir los grandes almacenes y echar a andar el negocio. Conseguidos los dineros a través de un crédito concedido por la Sociedad París-Maroc (Francia), el siguiente paso consistió en comprar un lote de solares que comprendían una manzana completa de casas en el segundo tramo de la Gran Vía. La superficie total del solar sobre la que se levantaría el nuevo edificio comercial ascendía a nada menos que 3.883 metros cuadrados. Toda una novedad que llenó de asombro y admiración a los madrileños de la época.
Para poder construir el edificio se recurrió de nuevo a los créditos. En esta ocasión aportaron el capital la Sociedad Madrid-Moroc, el Banco Hipotecario Español y la Sociedad París-France, está última, además, se integraría como socio financiero de los Almacenes Madrid-París.
La realización del proyecto se encargó al arquitecto Teodoro Anasagasti Algán, aunque su trabajo tuvo que pasar por la validación de la Societe dEtude et Construccions. Aprobado el proyecto a finales de 1920, las obras comenzaron en enero del año siguiente con la explanación y el derribo de los inmuebles que quedaban en el solar.
Hasta su inauguración el 3 de enero de 1924 por el rey Alfonso XIII, el ritmo de las obras fue interrumpido en numerosas ocasiones por las limitaciones técnicas que imponía la normativa municipal, por la conflictividad laboral que se vivió durante aquellos años y, sobre todo, por la necesidad de ingresos, en parte solventada con un nuevo crédito que concedió el Banco Español de Crédito y con la ayuda de las sociedades francesas involucradas en la sociedad.
El edificio que había concebido Anasagasti era de grandes dimensiones, contaba con sótano, seis plantas, dos torreones laterales que albergaban los depósitos de agua, y su planta baja se hizo porticada para acoger los escaparates a pie de calle. Los seis pisos de altura sólo se proyectaron para la fachada que daba a la avenida de Pi y Margall segundo tramo de la Gran Vía-. El resto de las fachadas acababa en el cuarto piso, pues desde aquí se levantó una cúpula de 30 metros de diámetro, de forma similar a los almacenes Lafayette, con la finalidad de dar monumentalidad al inmueble y de hacer llegar la luz natural al gran hall circular de la entrada.
Como estos grandes almacenes estaban orientados a un público selecto, no se escatimaron esfuerzos ni recursos en sus equipamientos (salón de te, ascensores, montacargas, calderas, muelles de descarga...), y en sus decoraciones (mármoles, cristales, azulejos, maderas, lámparas, cerrajerías...). En total, el edificio vino a costar diez millones de pesetas de las de entonces.
Sin embargo, al año siguiente de entrar en funcionamiento la cuenta de resultados fue negativa, situación que se prolongaría durante varios años más, a pesar de efectuar cambios en la dirección, de introducir nuevas estrategias comerciales, de abrir nuevas secciones y de despedir a un número importante de empleados. Esta situación se agravaba con la presión de las deudas y el exceso de productos en stocks, que ni si quiera las rebajas conseguían liquidar.
Con todo, desde el verano de 1925 la Sociedad accedió a arrendar algunas dependencias a la emisora Unión Radio, pues además de obtener unos ingresos contribuiría a engrandecer la fama de los grandes almacenes. Cuatro años después, las nuevas inyecciones de capital y el desarrollo de novedosas técnicas comerciales en la política de rebajas, permitieron a la sociedad obtener por primera vez unos beneficios de 438.000 pesetas. Este balance positivo y las previsiones futuras de crecimiento animaron a la sociedad a abrir nuevos centros en la ciudad de Cuenca, en el Campo de Criptana y en Manzanares. Pero a la altura de 1931, las expectativas expansionistas defraudaron y los Almacenes Madrid-París entraron en crisis, situación que se agravaba por la inestabilidad política, social y económica que suscitó el advenimiento de la Segunda República. En el verano de 1933 los almacenes cerraron sus puertas.
Al año siguiente, el establecimiento comercial fue adquirido por la Sociedad Española de Precios Únicos (SEPU), quienes enfocaron su actividad a un público más amplio reduciendo notablemente los precios de los productos y de las novedades. Al mismo tiempo, el edificio fue sometido a una profunda reforma con el propósito de transformar los grandes almacenes en un edificio multifuncional. Esta labor le fue encomendada de nuevo al arquitecto Teodoro Anasagasti Algán, pues él había proyectado el edificio de los Almacenes Madrid-París. Realizada la reforma el nuevo edificio ya no lucía sus dos torreones laterales, se le habían añadido cinco plantas con destino a oficinas en alquiler y, en su interior, se había construido el cinematógrafo Madrid-París. Para la construcción de este cine Anasagasti contó con la ayuda de suegro el también arquitecto José López Sallaberrry.
Hace un par de años los almacenes SEPU cerraron sus puertas tras cerca de setenta años de actividad. La historia de estos grandes almacenes siempre estará vinculada a la Gran Vía y a la memoria de muchos de nosotros. Desde hace tiempo la cadena SER emite sus programas donde antes lo hacía Unión Radio.

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